domingo, 23 de julio de 2017

Gracias por querernos, Capde


Un hombre sensato y lúcido.

Carles Capdevila nos ha hecho reír mientras nos daba pistas de lo que es educar, que él lo llamaba espabilar. Nos dejó muy pronto, pero hasta el último momento regalaba optimismo y buen humor.

Siempre interesado por la educación y defensor de los maestros. La prueba es este texto que copio a continuación, y que se titula "Una siesta de doce años'    

Educar debe de ser una cosa parecida a espabilar a los niños y frenar a los adolescentes. Justo lo contrario de lo que hacemos: no es extraño ver niños de cuatro años con cochecito y chupete hablando por el móvil, ni tampoco lo es ver algunos de catorce sin hora de volver a casa. Lo hemos llamado sobreprotección, pero es la desprotección más absoluta: el niño llega al insti sin haber ido a comprar una triste barra de pan, justo cuando un amigo ya se ha pasado a la coca. Sorprende que haya tanta literatura médica y psicopedagógica para afrontar el embarazo, el parto y el primer año de vida, y que exista un vacío que llega hasta los libros de socorro para padres de adolescentes, esos que lucen títulos tan sugerentes como Mi hijo me pega o Mi hijo se droga. Los niños de entre dos y doce años no tienen quien les escriba.

Desde que abandonan el pañal (¡ya era hora!) hasta que llegan las compresas (y que duren), desde que los desenganchas del chupete hasta que te hueles que se han enganchado al tabaco, los padres hacemos una cosa fantástica: descansamos. Reponemos fuerzas del estrés de haberlos parido y enseñado a andar y nos desentendemos hasta que toca irlos a buscar de madrugada a la disco. Ahora que al fin volvemos a poder dormir, y hasta que el miedo al accidente de moto nos vuelva a desvelar, hacemos una siesta educativa de diez o doce años.

Alguien se estremecerá pensando que este período es precisamente el momento clave para educarlos. Tranquilo, que por algo los llevamos a la escuela. Y si llegan inmaduros a primero de ESO que nadie sufra, allá los esperan los colegas de bachillerato que nos los sobreespabilarán en un curso y medio, máximo dos. Al modelo de padres que sobreprotege a los pequeños y abandona los adolescentes nadie los podrá acusar de haber fracasado educando a sus hijos. No lo han intentado siquiera. Los maestros hacen algo más que huelga o vacaciones, y la educación es bastante más que un problema. Pido perdón tres veces: por colocar en un título tres palabras tan cursis y pasadas de moda, por haberlo hecho para hablar de los maestros, y, sobre todo sobre todo, porque mi idea es -lo siento mucho- hablar bien de ellos. Sé que mi doble condición de padre y periodista me invita a criticarlos por hacer demasiadas vacaciones (como padre) y me sugiere que hable de temas importantes, como la ley de educación (es lo mínimo que se le pide a un periodista esta semana).

Pero estoy harto de que la palabra más utilizada junto a escuela sea ‘fracaso’ y delante de educación acostumbre a aparecer siempre el concepto ‘problema’, y que ‘maestro’ suela compartir titular con ‘huelga’.

La escuela hace algo más que fracasar, los maestros hacen algo más que hacer huelga (y vacaciones) y la educación es bastante más que un problema. De hecho es la única solución, pero esto nos lo tenemos muy callado, por si acaso. Mi proceso, íntimo y personal, ha sido el siguiente: empecé siendo padre, a partir de mis hijos aprendí a querer el hecho educativo, el trabajo de criarlos, de encarrilarlos, y, mira por donde, ahora aprecio a los maestros, mis cómplices. ¿Cómo no he de querer a una gente que se dedica a educar a mis hijos? Por esto me duele que se hable mal por sistema de mis queridos maestros, que no son todos los que cobran por hacerlo, claro está, sino los que son, los que suman a la profesión las tres palabras del título, los que mientras muchos padres se los imaginan en una playa de Hawái están encerrados en alguna escuela de verano, haciendo formación, buscando herramientas nuevas, métodos más adecuados.

Os deseo que aprovechéis estos días para rearmaros moralmente. Porque hace falta mucha moral para ser maestro. Moral en el sentido de los valores y moral para afrontar el día a día sin sentir el aprecio y la confianza imprescindibles. Ni los de la sociedad en general, ni los de los padres que os transferimos las criaturas pero no la autoridad. ¿Os imagináis un país que dejara su material más sensible, las criaturas, en sus años más importantes, de los cero a los dieciséis, y con la misión más decisiva, formarlos, en manos de unas personas en quienes no confía? Las leyes pasan, y las pizarras dejan de ensuciarnos los dedos de tiza para convertirse en digitales. Pero la fuerza y la influencia de un buen maestro siempre marcará la diferencia: el que es capaz de colgar la mochila de un desaliento justificado junto a las mochilas de los alumnos y, ya liberado de peso, asume de buen humor que no será recordado por lo que le toca enseñar, sino por lo que aprenderán de él".

Carles Capdevila / Periodista.

A continuación tres de sus vídeos más relevantes:

Gestionando hijos:



La importancia del estado de ánimo de los maestros:



Y, por último hizo una selección de 16 cosas importantes que compartió con nosotros:



domingo, 16 de julio de 2017

Ese es el motivo de sus saltos, y sus risas, y sus lágrimas...

"Yo creo que las personas tienen autismo nacen fuera del régimen de la civilización", esto afirma Naoki cuando le preguntan qué piensa del autismo.

Ese abismo... Todos los que conozcan a alguien con este trastorno seguramente en algún momento se habrán preguntado cómo ven, como sienten, cómo entienden lo que les rodea... Más de una vez pediríamos estar dentro de su cabeza para entender y ayudar. 

Con este libro eso nos es posible. De un modo sencillo se nos muestra su mundo.

El motivo por el que Naoki Higashida salta, le molestan los ruidos fuertes, y no encuentra las palabras para contestar, es su autismo.

Este joven de 13 años, valiéndose de una tarjeta con el abecedario y otros símbolos pactados, ha escrito el libro "The reason I jump".

En él nos cuenta porque un autista corre sin motivo aparente,  repite las mismas frases, chilla o llora de repente, también nos dice que necesita que seamos pacientes y comprensivos y da respuesta a muchas preguntas más.

El valor principal de este documento reside en que él mismo lo vive y nos dice lo que le pasa por la cabeza y cómo percibe el mundo.

Te lo recomiendo si tienes algún niño con TEA cerca de ti. Seguro que te gusta.

"He escrito esta historia con la esperanza de que os ayude a entender lo doloroso que es no poder expresar tus sentimientos a la gente que quieres. Si consigue llegaros al corazón, estoy convencido de que también seréis capaces de conectar con el corazón de las personas con autismo".