sábado, 15 de febrero de 2020

Resaca de San Valentín



Nunca me ha gustado, ni he celebrado esta fiesta. Quizá sea porque yo no era objeto de flechas de cupido en mis tiempos mozos... Puede ser.
La cosa es que antes la celebraban los jóvenes, las parejas, los enamorados. Ahora se extiende a otros contextos y se generaliza el concepto de amor. Ya no es solo estar enamorado, sino el querer en general. Eso está bien. Pero... sigue quedando gente fuera y, algunos, lo pasan mal.
No hablo de adultos desparejados, que la mayoría estarán más a gusto que un arbusto en ese estado. Es que hay chavales de 8, de 10, de 13 años que dicen “no me quieren” cuando nadie se acuerda de ellos este día; hay niños y niñas que se ven raros porque no les apetece participar en ese juego, hay niñas a las que se les pregunta en el comedor que quién es su novio/a, hay pequeños que mienten diciendo que tienen un novio en el pueblo de sus abuelos para que les dejen en paz.
Un colegio es un micromundo. Cada niño es reflejo de lo que vive, de lo que pasa en su casa... y se ven muchos mundos.
Ayer observé como alumnos no recibían ningún mensaje de cupido (días antes cada uno va dejando, o no, mensajes en una caja para destinatarios concretos) y estaban pendientes de los que amontonaban tarjetas. También vi como se entregaban regalos a determinados profesores y a determinados alumnos, pero en quien yo me fijaba era en los que no recibían nada y miraban a los afortunados exhibir sus trofeos... y se me partía el corazón. Porque los que no reciben regalo también son los que quedan fuera cuando se hacen grupos, los que van solos en el autocar y los que no son invitados a los cumpleaños. Estos y estas se empiezan a acostumbrar a decir "me gusta ir a mi aire", "no me gusta eso de San Valentín", "no quería jugar"...
Así no.
Se estudia que "La escuela es compensadora de diferencias". O así debería ser. En un colegio no debería permitirse repartir invitaciones de cumpleaños si no están todos invitados, no deberían darse regalos a niños o a maestros si no son de toda la clase (y por supuesto simbólicos y a final de curso), no debería. Alguno dirá que hay que aprender a perder y trabajar la frustración, pero es que lo que yo veo es que siempre pierden los mismos...
Sin embargo una alumna de 1º de primaria llevaba una bolsa con corazones para todos sus compañeros y para los maestros que entraban en el aula. Para todos. No es la cuantía del regalo, ni su utilidad, es el detalle. Todos los niños tenían un corazón igual. Todos los maestros teníamos nuestro corazón.
Si entendemos "amor" como algo más abierto y más integrador, así si.
Tal cual lo entienden algunos, me cago en el amor.




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